Nombre completo: José Medina
Nacimiento: Nació en el Pueblo de Naguabo, Puerto Rico
Ya no se le escucha en la radio secular interpretando merengue. Tampoco se le encuentra cantando en fiestas patronales. Ahora ha consagrado su voz y sus talentos al Señor, y se dedica a predicar el evangelio eterno dondequiera que se le solicite. José Medina, quien, al ser el primer solista puertorriqueño de merengue, fue reconocido con el seudónimo “El papá del merengue”, hoy se conforma con ser llamado “hijo de Dios”. Nació en el pueblo de Naguabo, Puerto Rico. Conoció al Señor a la edad de diez años, poco después de que sus padres se bautizaran en la iglesia adventista; juntos asistían a la iglesia de Valle Arriba, en Carolina.
Trayectoria Profesional e Historia
Siendo un joven cristiano, tuvo la oportunidad de conocer a Napoleón Reyes, músico de la orquesta New York Band. Este lo escuchó cantando himnos en el refrigerador del restaurante donde trabajaba y, al halagar su talento, le dijo que podía ganarse la vida cantando.
Más tarde, a principios de los años ochenta, José grabó una canción con la orquesta Tempo Dominicano, dirigida por el maestro Kio Jiménez. Luego pasó a La Rue Night Club con Los Aces del Merengue, del maestro Pin Jiménez. A mediados de esa misma década fue contratado por Domingo Peguero, mejor conocido como “Oro Negro”, y más tarde decidió formar su propia orquesta merenguera.
Su vida en el ambiente artístico le brindaba satisfacciones, halagos, oportunidades, amistades y fortuna; sin embargo, algo faltaba que no le permitía sentirse completamente feliz. Entonces entendió que necesitaba encontrarse con Jesús.
Su encuentro con Dios ocurrió tras la muerte de su padre, Francisco Medina Ramos, quien padecía de un cáncer que le perforó los huesos. Los médicos aseguraban, en aquella semana de dolor, que no pasaría del martes. Mientras los hermanos de José lloraban, él se apartó del grupo y comenzó a hablar en su mente con el Señor. Oró y le dijo:
“Señor, si Tú quieres que yo vuelva a Tu camino y si mi papá va a morir en salvación, permite que no sea cuando dicen los doctores y que sea en día de reposo, para que eso sea señal de que debo volver a Tu camino”.
José asevera que jamás tuvo un fin de semana libre desde que empezó a tocar, y que esa semana se canceló la actividad del viernes. Su padre murió el sábado.
Sin embargo, su abrazo definitivo a Jesús aconteció una madrugada, mientras conducía de regreso a su casa. José se sentía cansado y deseaba llegar rápido. Manejaba un auto deportivo a alta velocidad cuando, de repente, se rompió la barra estabilizadora, lo que hizo que el vehículo se desplazara de un lado a otro de la carretera. No pisó el freno y perdió el control del auto. Lo único que tenía seguro en esos momentos era que iba a morir. Estaba indefenso y, por su mente, pasaba —como una película— la experiencia que había tenido con Jesús en su adolescencia. Comenzó a clamar en silencio y ocurrió un milagro: el auto bajó de velocidad, dio varias vueltas, se detuvo y él salió ileso.
Una vez se encontró con Jesús, ya no quiso apartarse de Él. Así fue como, una noche, mientras su mánager, Radhamés Rosario, lo buscaba por todos lados para dar inicio a una fiesta, José le pidió que no vendiera más fiestas hasta el 31 de diciembre de 1992, pues se iba a entregar por completo al Señor Jesús, renunciando a una vida de fama, fortuna y placeres para responder al llamado de Dios. Ese día, durante la celebración de la fiesta de fin de año en el pueblo de Guayama, varias emisoras transmitieron un merengue que él mismo había compuesto, titulado "Gracias, Puerto Rico". José se despedía para comenzar una nueva vida, y el cielo le daba la bienvenida.
Desde entonces, José Medina camina con el Señor. Atrás quedó su vida de lujurias y desvelos. El 17 de enero de 1993 fue bautizado, junto a su esposa Débora, en Caguas.
Después de su bautismo, José se dedicó a escudriñar las Escrituras, a conocer más a ese Jesús que había salvado su vida y a predicar el evangelio de paz que Él nos ha dejado. A su vez, se integró al cuarteto "A Capella Majestad".
Más tarde, José se propuso formar su propio ministerio musical, en el cual dedicó su talento al Señor. En octubre de 1996 lanzó su primer disco cristiano, titulado "Todo entrego a ti", con baladas y música góspel. En este álbum escribió una dedicatoria a Jesús que dice así:
“Le conocí y le abandoné… quise tomar control absoluto de mi vida y pensé que lo había logrado. Pero todo fue en vano. Gané dinero… perdí bendiciones; gané fama… perdí gozo. Viajé mucho… pero estuve a punto de perder lo más preciado: el que conduce al cielo. ¡Oh maravilloso y extraño amor el que tuvo para conmigo aquel a quien abandoné, que, aun estando yo lejos y huyendo, estuvo siempre a mi lado y me condujo por las huellas indelebles que marcaron sus pisadas! A Él, y solo a Él, dedico mi voz, mi vida y mi corazón. ¡Gracias, Jesús!”.
En 1998 fue llamado por la "Northwest Conference" para ser evangelista en la región de Rochester, Búfalo y Ámsterdam. Más tarde regresó a Puerto Rico y trabajó para "El toque del maestro", un ministerio que atiende a jóvenes adictos al alcohol y las drogas. También tuvo la oportunidad de servir como obrero bíblico en el pueblo de Fajardo, Puerto Rico, y en zonas aledañas, meses antes de radicarse en Estados Unidos, donde perfeccionó el idioma inglés para comenzar una maestría en ciencias teológicas y, a la vez, dedicarse de lleno al ministerio de la evangelización.
Con la sencillez y el fervor cristiano que lo caracterizan, José Medina demuestra cada día al mundo que es un hombre nuevo, una nueva criatura en Cristo Jesús. Ya no queda nada de aquel joven llamado el “papá del merengue”; hoy es el “hijo de Dios” que proclama con alegría su regreso a esta tierra.